Habrás oído cientos de veces que los niños que escuchan Mozart se vuelven más inteligentes y aumenta su capacidad creativa, o que si les ponemos esta música a los bebés cuando están en el vientre de la madre también les influye o incluso que atenúa el efecto de enfermedades como el Alzheimer. ¿De dónde proceden todas estas teorías?
El efecto Mozart
Todo esto surgió de un estudio realizado en 1993 en la Universidad de California en Irvine, que analizó el comportamiento de 36 estudiantes universitarios. Los voluntarios fueron divididos en tres grupos antes de realizar un test de inteligencia.
Uno de los grupos escuchó a Mozart (Sonata para dos pianos en re mayor), el segundo realizó unos ejercicios de relajación y el último se mantuvo en silencio.
Los resultados, publicados en Nature, mostraron un aumento estadísticamente significativo en los puntajes de los estudiantes que escucharon a Mozart. Bastó esto para que el binomio Mozart / inteligencia, se hiciera con los titulares.
Imposible repetir el resultado
El problema vino más tarde, cuando después de repetir varios experimentos con el mismo objetivo jamás se pudieron reproducir los mismos resultados del primero. Pero la noticia del primer resultado ya se había expandido y todo el mundo asociaba a Mozart con la inteligencia.
De hecho, una revisión de la Universidad de Harvard, analizó 16 estudios similares y concluyó que el conocido como Efecto Mozart no es real. Al menos no a largo plazo: los pocos beneficios que se han viso, han durado un máximo de 20 minutos.
Activación cerebral
En general, los expertos afirman que el efecto Mozart es un artefacto experimental que quedaría explicado por los efectos euforizantes de algunas obras musicales y por el aumento en la activación cerebral que provocan. Ambos factores se han relacionado con la mejora de las funciones cognitivas a corto plazo.
Por tanto, los beneficios del efecto Mozart, son reales en cierto modo pero no son específicos de la obra de este autor ni de la música clásica, sino que son compartidos por muchas otras composiciones e incluso por actividades muy diferentes, como pueden ser la lectura o el deporte.
Haz lo que te guste y serás feliz
Por otro lado, y aunque no se ha demostrado que escuchar música clásica durante el desarrollo temprano sea necesariamente beneficioso, la práctica de un instrumento musical puede favorecer el bienestar emocional y el desarrollo cognitivo de los niños si ello les motiva y estimula intelectualmente. Algo similar sucede con otras formas de arte y creatividad.
Pero es importante el matiz, «si les motiva y les estimula», ya que si no les motiva puede ser una tortura para el niño.
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