Con la llegada de plataformas como Netflix o Amazon Prime, y en general del mundo online, el cine tradicional está condenado a desaparecer. ¿Cómo serán los cines del futuro?
Al modo que conocemos hoy en día de disfrutar de una película en una sala de cine, unas palomitas y una coca-cola le quedan los días contados.
Las salas de cine sufrieron una primera transformación durante los años 90. Transformando aquellas salas individuales en las que se proyectaba una sola película en macro-cines con multitud de salas para poder ofrecer una mejor experiencia al público y no perder a sus clientes.
Pero ahora, les toca a las salas multicines hacer el cambio.
Actualización de las salas de cine
Por este motivo, en los próximos años, las salas de cine empezarán a incorporar nuevas tecnologías.
Esto ya está sucediendo en algunas salas del mundo.
- Experiencia multidimensional: que te permitirá ver en tres dimensiones las películas además de añadir efectos como olores, movimientos y temperaturas.
- Pantallas esféricas: que te permitirán ver una película en 360 grados colocándote en el centro del plano de visión.
- Proyecciones holográficas: que te darán la sensación de realismo en la sala mediante imágenes generadas delante de cada espectador.
- Y muchas otras mejoras…
Sin embargo, debido al alto coste de estas infraestructuras en las salas de cine. No sería raro pensar que a largo plazo también este tipo de salas desaparecerán.
Ya que la gente no podrá permitirse pagar una entrada a un precio tan elevado y preferirá quedarse en su casa viendo una serie o disfrutando de una película.
¿Por qué antes las salas de cine funcionaban?
Las nuevas tecnologías han dado un vuelco en nuestros hogares. Los precios de la tecnología se han abaratado y casi cualquier persona, por muy poco dinero puede tener en su hogar una buena pantalla y un buen equipo de sonido para poder ver una película.
Está opción «casera» en muchos casos es mejor y más cómoda que ir hasta el cine y compartir un momento íntimo con multitud de extraños.
Hace unos años, esta opción no estaba democratizada y sólo unos pocos podían permitirse el lujo de tener un equipo de alta fidelidad en su casa para poder ver «una peli con palomitas».
Por lo tanto, ya no es una necesidad ir al cine. Y los precios siguen siendo igual de elevados que antes. La conclusión es que a la gente ya no le merece la pena gastar ese dinero en esa actividad y lo destinan a otra cosa.
Las empresas de salas de cine están contra las cuerdas y deberán reinventarse para poder seguir con sus negocios o de lo contrario parece que su final es inminente.
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