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Estamos programados para huir ante un peligro

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Cuando nos encontramos ante una situación extrema, de forma involuntaria, corremos porque nos invade el miedo. Y es que en realidad, estamos programados para huir ante un peligro.

Nuestro cuerpo está programado para asegurar nuestra supervivencia y, consecuentemente, garantizar la de la especie humana.

¿Cómo reacciona nuestro cuerpo cuando tenemos miedo?

Ante una situación peligrosa, nuestras glándulas suprarrenales se activan y producen adrenalina, una hormona cuya finalidad es prepararnos para realizar un gran esfuerzo físico de alta intensidad.

Por este motivo, somos capaces de realizar acciones prácticamente sobrehumanas cuando nos hallamos en un estado de pánico, como por ejemplo, si presenciamos un león, podemos seguir corriendo aunque tengamos la pierna rota.

En ocasiones, si sufrimos de ansiedad y estrés, esta respuesta se pone en marcha aún cuando una situación no supone ningún riesgo para nuestra vida, para entender este concepto, es como si estuviéramos viendo leones dónde no los hay. Este tipo de reacciones pueden resultar peligrosas si prologan durante mucho tiempo.

¿Cómo se produce el miedo?

Cuando nacemos, lo hacemos con dos miedos innatos: el miedo a los sonidos fuertes y el miedo a caernos. Sin embargo, a lo largo de nuestra vida, vamos recibiendo información y estímulos que nos preparan para estar alertas ante situaciones potencialmente peligrosas. Si nos fijamos, los bebés no son conscientes del peligro que supone asomarse por ejemplo, a una ventana o tocar el fuego con la mano. Este tipo de alarmas, se van activando con el tiempo y el aprendizaje.

Gracias a la reacción que nos genera el miedo, hemos sobrevivido a los depredadores y a los desastres naturales. La mayoría de situaciones de miedo son aprendidas y a medida que vamos haciéndonos mayores, desarrollamos los temores por asociación, experimentando así, un estímulo por anticipación. Por esta razón, aunque nunca te hayan atracado, sientes pavor cuando caminas de noche por un callejón oscuro.

La reacción física del miedo

Cuando sentimos que podemos estar en peligro, nuestros pulmones se llenan de oxígeno cada vez que inspiramos y el sistema inmune y digestivo dejan de malgastar energía para centrar todos sus recursos en un esfuerzo mucho más grande. El cerebro deja de ser capaz de realizar pequeñas tareas, ya que tiene que ocuparse de algo mucho más físico que requerirá fuerza.

Además, las pupilas se dilatan para poder captar toda la luz posible y así tener una mejor visión. La frecuencia cardíaca y la presión arterial aumentan, con el fin de acelerar nuestro sistema circulatorio.

Por si fuera poco, para mantener la temperatura a un nivel en el que sintamos escalofríos, los vasos de la piel se contraen quedándose sin líquido. Los niveles de glucosa aumentan, que juntamente con la adrenalina, se produce lo que conocemos como «piel de gallina».

Todos estos cambios producidos por nuestro cuerpo son los que nos preparan para afrontar una situación de riesgo.

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